El
Crimen de Puerto Hurraco
Dios hizo el mundo en
seis días, y al séptimo, descansó, así reza el epitafio de una de las víctimas
que un domingo de agosto perdió la vida de la manera más horrible que un ser
humano pueda imaginarse.
Así rezaba la portada del
diario ABC de 27 de agosto de 1990 que recogía el terrible y macabro hecho, un
hecho que aún hoy mantiene el temor a recordarlo en el pueblo, que dejó de ser
apacible tras el macabro suceso.
«Vamos a cazar
tórtolas», dijeron hace casi 20 años los hemanos Izquierdo antes de salir a
matar con una escopeta de caza a nueve vecinos del pueblo, incluídas dos niñas
de una familia rival, por una rencilla interminable.
«Vamos
a cazar tórtolas». Con esta frase se despedían, hace casi 20 años, Emilio Izquierdoy su hermano Antonio de sus hermanas. No eran «tórtolas» lo que salieron a
cazar aquellos dos hermanos de Puerto
Hurraco la noche del 26 de agosto de 1990, iban
a perpetrar una de la matanzas que más ha conmocionado a la sociedad española
en su historia reciente: «Varios vecinos que se encontraban en la terraza de un
bar o sentados ante la puerta de sus casas, fueron alcanzados por los disparos
y, en cuestión de minutos, el tranquilo pueblo se llenó de carreras, gritos y
sangre», contaba ABC.
El
resultado de aquella escabechina: nueve muertos y 12 heridos graves.
«Disparaban contra todo lo que se movía», relató uno de los testigos de aquella
«cacería» en la tranquila pedanía de Badajoz.
Una
cacería con la que Antonio –que se ahorcó el pasado sábado
en su celda de la cárcel de Badajoz, cerrando para siempre el último capítulo de la
España más negra– y Emilio –que había muerto de un infarto en la misma prisión
dos años antes– buscaban vengarse de la familia Cabanillas, conocida como los
«Amadeos», a la culpaban de todos sus males, incluyendo la muerte de su madre
en un extraño incendio seis años antes.
Los vecinos de Puerto Hurraco no se imaginaban, ni por un momento, que
aquella tarde la tragedia rondaba sus calles: «La tranquilidad que respiraba el
pueblo se rompió con la llegada de dos hombres que, vestidos de cazadores y
armados con sendas escopetas, salieron de un oscuro callejón del centro
de la aldea y comenzaron a
disparar indiscriminadamente sobre el grupo de personas, entre las que se
encontraban algunos niños».
Aquellos
«niños» que jugaban frente a los hermanos Izquierdo eran Antonia y Encarnación Cabanillas, de 13 y 14 años de edad respectivamente. Ellas fueron las primeras víctimas,
pero no las únicas, porque Emilio y Antonio siguieron a tiro limpio por las
calles para saciar su sed de venganza.
«Ahora
que sufra el pueblo, como yo he sufrido durante todo este tiempo», dijo Emilio
tras su detención, sin mostrar ni el más mínimo arrepentimiento, mientras su
hermano Antonio aseguró que aún tenían pensado continuar con la sangría: «Si no
nos hubieran detenido, habríamos vuelto al pueblo a dispararles durante el
entierro de los muertos».
El odió entre los «Amadeos» y
los «Pastaspelás»El odio
exacerbado entre estas dos familias venía de años atrás, a causa de las
costantes rencillas que tuvieron ambas familias, los «Amadeos» y los
«Pastaspelás» –como eran conocidos los Izquierdo– por los límites de unas
tierras en Puerto hurraco. A causa de ellas, Jerónimo Izquierdo, el mayor de los hermanos, apuñaló
hasta la muerte a Amadeo Cabanillas,en 1961
Tras cumplir condena, en 1986, Jerónimo regresó a la
pedanía para vengar la muerte de su madre, muerta en un incendio. Apuñaló a otro de los hermanos
Cabanillas, Antonio, que, sin embargo, consiguió
sobrevivir. Jerónimo, por su parte, ingresó en un psiquiátrico, donde murió
nueve días después.
Las hermanas de las que se despidieron los hermanos
Izquierdo aquella sangrienta noche de 1990, Luciana y Ángela, a las que muchos
consideran las inductoras del crimen, a pesar de ser absueltas, murieron en el psiquiátrico de
Mérida en 2005.
Con la muerte de Antonio se cierra uno de los
episodios más negros de la reciente historia de España. El mismo hombre que, en
el entierro de su hermano Emilio, dijo: «Hermano, te vas con la satisfacción de
que tu madre ha sido vengada». Quizá él también.
Antonio Hedrera Lara
No hay comentarios:
Publicar un comentario