viernes, 17 de mayo de 2013

Manto negro en la calle Muro


Los crímenes de la calle Muro (Jerez de la Frontera)

Siguiendo con el hilo del velo que oscureció en época pasada nuestra ciudad, comparto con ustedes lo que puede calificarse como una segunda entrega de los crímenes en el Jerez antiguo.

El manuscrito titulado “Libro de los Corregidores” recoge un hecho ocurrido en la ciudad de Jerez en el año 1527, y que paso a explicar dentro de las  siguientes líneas:
Resulta que un hacendado hombre llamado Estrada de Alcalá, que era propietario de viñedos y de una bodega adosada a la muralla frente al convento de la Merced, tenía como encargado y persona de confianza a un hombre de origen portugués, cuyo nombre no cita la historia, el cual celosamente velaba por sus negocios.
Llegó un día en el que el portugués, amparado por lo solitario de la zona donde trabajaba, asesinó de un garrotazo a un hombre que llegó a la bodega para hacer negocios al notar que en su bolsa llevaba una buena cantidad de dinero. Tras robarle todo lo que llevaba, cavó un foso en la propia bodega y lo enterró. Como aquello al parecer le reportó buen beneficio, repitió la faena en cuatro ocasiones más con otros tantos clientes, llegando a reunir en pocas semanas cinco cadáveres a los que, como el primero, enterró en el mismo lugar del crimen. A causa de no haber podido cavar las fosas con la suficiente profundidad, el olor a muerto de la bodega era cada día más importante llegando hasta la misma calle. Entonces no se le ocurrió otra cosa que colgar en la puerta algunos gatos muertos para justificar así aquel hedor ante los que preguntaban. Un día, el dueño de la bodega sospechando algo comenzó a indagar, al verse el portugués descubierto cogió la garrota y le arreó a su amo en la cabeza con tal fuerza que lo dejó muerto al instante. Después le quitó todo el dinero que llevaba y lo enterró, no sin antes desnudarlo para apropiarse también de su ropa.
Pasaron tres o cuatro días y como su esposa le echaba de menos fue a preguntar al portugués, diciéndole éste que no sabía nada de su amo desde hacía varios días. Pasada una semana volvió nuevamente a la bodega para saber si el amo había vuelto, pero el portugués seguía diciendo  lo mismo, que no sabía nada. En esto que la mujer reparó que una de las prendas que el portugués llevaba puesta era de su marido, por lo que acudió a la autoridad para denunciarlo.
Fue detenido, confesando acto seguido sus crímenes, así como los lugares donde estaban sepultados los cadáveres y el dinero robado. Tras desenterrar los cuerpos el asesino juzgado y condenado a muerte. Mas, si horrendas fueron los crímenes que cometió, tanto lo fue la muerte a la que fue sentenciado. Se le condenó a ser arrastrado por las calles hasta el rollo (patíbulo) instalado en la Plaza del Arenal. Antes de ser ahorcado le fueron cortados pies y manos. Luego, su cuerpo descuartizado quedó expuesto durante varios días en el mismo lugar de la ejecución para escarmiento público.
Antonio Mariscal Trujillo (Historia de la Historia de Jerez de la Frontera)

sábado, 11 de mayo de 2013

El destripador de Montealegre (Jerez de la Frontera), la crónica negra de Jerez.


El destripador de Montealegre (Jerez de la Frontera)

Rebuscando en los legajos de las bibliotecas de barrios, encontré un escrito que me dejó que pensar y con ello, volviendo a encender esa pasión que día a día me tiene más atrapado, el misterio y que como es lógico en mí, quiero compartir con todos vosotros.
Alguna que otra vez hemos conocido por los medios de comunicación el juicio contra algún criminal de esos a los que se ha dado en llamar “asesinos en serie”. El más famoso de los casos a nivel mundial de éste tipo de criminales lo fue en la época moderna, el famoso “Jack el destripador” detenido, puesto a disposición de la justicia inglesa y posteriormente ajusticiado en la horca en 1878. Pues bien, tres siglo y medios antes hubo en Jerez uno de estos asesinos, exactamente en el año 1514 (recogido dentro de El Libro de los Corregidores), reinando entonces don Fernando el Católico y siendo Corregidor de Jerez de la Frontera el licenciado don Pedro Suarez de Castilla, época en la que tuvieron lugar los sucesos que a continuación se relatan:
Resulta que un tal Cristóbal Salmerón,, hombre de buena familia y de cristianos viejos, como se decía entonces, de buen aspecto, barba prieta, siempre bien vestido con ropa negra y que poseía una heredad de viñas y arboledas en el pago de Montealegre ,cercano a la Cartuja, lugar entonces solitario y silvestre a pesar de su cercanía a la ciudad de Jerez, donde existía una escondida casa de piedra rodeada de árboles. El susodicho Salmerón tomó la costumbre de llevar allí diferentes personas bajo el engaño de algún trato de compra-venta de grano, aceite o ganado. Llegados a la mentada casa de piedra, la cual tenía una puerta de entrada muy pequeña por lo que había que agacharse para pasar con su víctima, Salmerón penetraba el primero por aquella puerta para, a continuación, dar paso al incauto forastero, quien al agachar la cabeza para traspasar el umbral se encontraba con un fuerte garrotazo en la cabeza que le dejaba muerto o medio muerto. Acto seguido nuestro hombre lo despojaba de todas sus pertenencias, arrojaba el cuerpo a un pozo cercano y lo cubría de tierra.
Este abominable acto lo cometió en múltiples ocasiones, hasta que cierto día el desgraciado de turno, después de recibir el brutal mazazo, malherido intentó hasta llegar al camino de Medina. No tuvo éxito ya que el asesino logró darle alcance y rematarlo y, como el pozo estaba algo lejos, decidió enterrarlo allí mismo. Ello fue visto por un joven de 14 años que trabajaba a su servicio. Ante aquel hecho, el chaval fue a contárselo a una mujer que también trabajaba en la casa. Ésta al no dar crédito a lo que oía no se le ocurrió otra cosa que referírselo a su señor. De modo que, nuevo garrotazo y chaval al pozo.
Al día siguiente unos caminantes descubrieron el cuerpo a medio enterrar de aquel que intentó huir. Dieron aviso a la Hermandad de la Misericordia (orden que por entonces vigilaba los caminos de Jerez) para que se hiciesen cargo de aquel cuerpo y le diesen cristiana sepultura. Trasladado el cadáver a Jerez y antes de proceder a su inhumación se expuso durante un tiempo en la Plaza del Arenal por ver si alguien lo conocía y lo reclamaba. Por otro lado la mujer antes aludida, al encontrar el jubón del muchacho manchado de sangre sospechó lo que allí estaba pasando y se lo comunicó al alguacil. Por su parte Cristóbal Salmerón acudió a un letrado para comunicarle las sospechas que se iban acumulando sobre él. El letrado le dijo: Ponte la mano en el pecho y si juras que no has sido tú, yo te defenderé y saldrás libre, si no la haces ya puedes empezar a correr. Cosa que hizo inmediatamente y no paró hasta llegar a la vecina Portugal.
Inspeccionado el pozo por parte de la autoridad se encontraron restos de catorce cadáveres que junto al que apareció en el camino sumaron quince los horrendos crímenes cometidos por aquel hombre. Se supo años más tarde que Salmerón embarcó rumbo a Argel disfrazado de berberisco en un barco turco. Durante la travesía descubrieron que era cristiano y lo ahorcaron. Sus últimas palabras fueron: Aunque he sido un gran pecador muero con la fe de un cristiano.
Antonio Mariscal Trujillo (Historias de la Historia de Jerez de la Frontera)