Los crímenes
de la calle Muro (Jerez de la Frontera)
Siguiendo con el hilo del velo que oscureció en época pasada nuestra ciudad, comparto con ustedes lo que puede calificarse como una segunda entrega de los crímenes en el Jerez antiguo.
El manuscrito titulado
“Libro de los Corregidores” recoge
un hecho ocurrido en la ciudad de Jerez en el año 1527, y que paso a explicar
dentro de las siguientes líneas:
Resulta que un
hacendado hombre llamado Estrada de Alcalá, que era propietario de viñedos y de
una bodega adosada a la muralla frente al convento de la Merced, tenía como
encargado y persona de confianza a un hombre de origen portugués, cuyo nombre
no cita la historia, el cual celosamente velaba por sus negocios.
Llegó un día en el que
el portugués, amparado por lo solitario de la zona donde trabajaba, asesinó de
un garrotazo a un hombre que llegó a la bodega para hacer negocios al notar que
en su bolsa llevaba una buena cantidad de dinero. Tras robarle todo lo que
llevaba, cavó un foso en la propia bodega y lo enterró. Como aquello al parecer
le reportó buen beneficio, repitió la faena en cuatro ocasiones más con otros
tantos clientes, llegando a reunir en pocas semanas cinco cadáveres a los que,
como el primero, enterró en el mismo lugar del crimen. A causa de no haber
podido cavar las fosas con la suficiente profundidad, el olor a muerto de la
bodega era cada día más importante llegando hasta la misma calle. Entonces no
se le ocurrió otra cosa que colgar en la puerta algunos gatos muertos para
justificar así aquel hedor ante los que preguntaban. Un día, el dueño de la
bodega sospechando algo comenzó a indagar, al verse el portugués descubierto
cogió la garrota y le arreó a su amo en la cabeza con tal fuerza que lo dejó
muerto al instante. Después le quitó todo el dinero que llevaba y lo enterró,
no sin antes desnudarlo para apropiarse también de su ropa.
Pasaron tres o cuatro
días y como su esposa le echaba de menos fue a preguntar al portugués,
diciéndole éste que no sabía nada de su amo desde hacía varios días. Pasada una
semana volvió nuevamente a la bodega para saber si el amo había vuelto, pero el
portugués seguía diciendo lo mismo, que
no sabía nada. En esto que la mujer reparó que una de las prendas que el
portugués llevaba puesta era de su marido, por lo que acudió a la autoridad
para denunciarlo.
Fue detenido,
confesando acto seguido sus crímenes, así como los lugares donde estaban
sepultados los cadáveres y el dinero robado. Tras desenterrar los cuerpos el
asesino juzgado y condenado a muerte. Mas, si horrendas fueron los crímenes que
cometió, tanto lo fue la muerte a la que fue sentenciado. Se le condenó a ser
arrastrado por las calles hasta el rollo (patíbulo) instalado en la Plaza del
Arenal. Antes de ser ahorcado le fueron cortados pies y manos. Luego, su cuerpo
descuartizado quedó expuesto durante varios días en el mismo lugar de la
ejecución para escarmiento público.
Antonio Mariscal Trujillo (Historia de la Historia de Jerez de la
Frontera)