sábado, 11 de mayo de 2013

El destripador de Montealegre (Jerez de la Frontera), la crónica negra de Jerez.


El destripador de Montealegre (Jerez de la Frontera)

Rebuscando en los legajos de las bibliotecas de barrios, encontré un escrito que me dejó que pensar y con ello, volviendo a encender esa pasión que día a día me tiene más atrapado, el misterio y que como es lógico en mí, quiero compartir con todos vosotros.
Alguna que otra vez hemos conocido por los medios de comunicación el juicio contra algún criminal de esos a los que se ha dado en llamar “asesinos en serie”. El más famoso de los casos a nivel mundial de éste tipo de criminales lo fue en la época moderna, el famoso “Jack el destripador” detenido, puesto a disposición de la justicia inglesa y posteriormente ajusticiado en la horca en 1878. Pues bien, tres siglo y medios antes hubo en Jerez uno de estos asesinos, exactamente en el año 1514 (recogido dentro de El Libro de los Corregidores), reinando entonces don Fernando el Católico y siendo Corregidor de Jerez de la Frontera el licenciado don Pedro Suarez de Castilla, época en la que tuvieron lugar los sucesos que a continuación se relatan:
Resulta que un tal Cristóbal Salmerón,, hombre de buena familia y de cristianos viejos, como se decía entonces, de buen aspecto, barba prieta, siempre bien vestido con ropa negra y que poseía una heredad de viñas y arboledas en el pago de Montealegre ,cercano a la Cartuja, lugar entonces solitario y silvestre a pesar de su cercanía a la ciudad de Jerez, donde existía una escondida casa de piedra rodeada de árboles. El susodicho Salmerón tomó la costumbre de llevar allí diferentes personas bajo el engaño de algún trato de compra-venta de grano, aceite o ganado. Llegados a la mentada casa de piedra, la cual tenía una puerta de entrada muy pequeña por lo que había que agacharse para pasar con su víctima, Salmerón penetraba el primero por aquella puerta para, a continuación, dar paso al incauto forastero, quien al agachar la cabeza para traspasar el umbral se encontraba con un fuerte garrotazo en la cabeza que le dejaba muerto o medio muerto. Acto seguido nuestro hombre lo despojaba de todas sus pertenencias, arrojaba el cuerpo a un pozo cercano y lo cubría de tierra.
Este abominable acto lo cometió en múltiples ocasiones, hasta que cierto día el desgraciado de turno, después de recibir el brutal mazazo, malherido intentó hasta llegar al camino de Medina. No tuvo éxito ya que el asesino logró darle alcance y rematarlo y, como el pozo estaba algo lejos, decidió enterrarlo allí mismo. Ello fue visto por un joven de 14 años que trabajaba a su servicio. Ante aquel hecho, el chaval fue a contárselo a una mujer que también trabajaba en la casa. Ésta al no dar crédito a lo que oía no se le ocurrió otra cosa que referírselo a su señor. De modo que, nuevo garrotazo y chaval al pozo.
Al día siguiente unos caminantes descubrieron el cuerpo a medio enterrar de aquel que intentó huir. Dieron aviso a la Hermandad de la Misericordia (orden que por entonces vigilaba los caminos de Jerez) para que se hiciesen cargo de aquel cuerpo y le diesen cristiana sepultura. Trasladado el cadáver a Jerez y antes de proceder a su inhumación se expuso durante un tiempo en la Plaza del Arenal por ver si alguien lo conocía y lo reclamaba. Por otro lado la mujer antes aludida, al encontrar el jubón del muchacho manchado de sangre sospechó lo que allí estaba pasando y se lo comunicó al alguacil. Por su parte Cristóbal Salmerón acudió a un letrado para comunicarle las sospechas que se iban acumulando sobre él. El letrado le dijo: Ponte la mano en el pecho y si juras que no has sido tú, yo te defenderé y saldrás libre, si no la haces ya puedes empezar a correr. Cosa que hizo inmediatamente y no paró hasta llegar a la vecina Portugal.
Inspeccionado el pozo por parte de la autoridad se encontraron restos de catorce cadáveres que junto al que apareció en el camino sumaron quince los horrendos crímenes cometidos por aquel hombre. Se supo años más tarde que Salmerón embarcó rumbo a Argel disfrazado de berberisco en un barco turco. Durante la travesía descubrieron que era cristiano y lo ahorcaron. Sus últimas palabras fueron: Aunque he sido un gran pecador muero con la fe de un cristiano.
Antonio Mariscal Trujillo (Historias de la Historia de Jerez de la Frontera)

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