jueves, 9 de agosto de 2012

REPRESIÓN y FUSILAMIENTOS EN JEREZ (1936-1939)


                      REPRESIÓN y FUSILAMIENTOS EN JEREZ (1936-1939)

                                                                                         Jesús Caballero Ragel

                                                                                                                     (CEHJ)

El 19 de julio de 1936, el comandante golpista Salvador Arizón Mejías tomaba por la
fuerza, y sin apenas resistencia, la ciudad de Jerez, que quedaría definitivamente
incorporada al bando nacional durante toda la contienda civil. Desde ese mismo día,
declarado el estado de guerra, comenzaba una durísima represión sobre cualquier
persona contraria al golpe militar.
Jerez es una de las primeras ciudades importantes del sur en caer en manos franquistas,
tras Ceuta, Cádiz, El Puerto de Santa María, y casi al mismo tiempo, Sevilla. Desde este
primer momento de la guerra, muchos ciudadanos jerezanos sufrirán la violencia
sistemáticamente aplicada por el bando fascista: eliminación física de alcaldes y
concejales elegidos democráticamente, líderes políticos y sindicales, masones a los que
se les culpa de todos los males de la patria, militares leales al gobierno de la República,
funcionarios municipales, maestros nacionales de enseñanza laica a los que se les acusa
de apartar a los jóvenes de la religión católica, presos comunes que son asesinados en
pro de una regeneración moral de la patria, simples afiliados a partidos o sindicatos,
articulistas de prensa de izquierda, homosexuales, personas que profesaban otra religión
ajena a la católica o se definían ateos, cualquier sospechoso de no apoyar el golpe de
estado…
Desde el nuevo estado, de forma sistemática, pueblo por pueblo y ciudad por ciudad, se
realiza una persecución de las personas y de las ideologías. El miedo y el odio, la
preocupación ante una quinta columna que dé al traste con las intenciones golpistas,
provocarán en Jerez –y en muchas otras ciudades-una auténtica carnicería humana.
De los primeros en ser fusilado será el propio alcalde democrático, Antonio Oliver
Villanueva, de Izquierda Republicana, a quien se le acusa, desde su oficio de
telegrafista, de haberse intentado poner en contacto con el bando republicano; Diego
Gómez Serrano, de Unión Republicana, primer teniente de alcaldía; Rafael Apolo
Pérez, de Izquierda Republicana, segundo teniente de alcaldía, prestigioso químico
enólogo; el concejal socialista Francisco Retamero González, octavo teniente de
alcaldía, que se había destacado por la defensa de las condiciones de los obreros; el
concejal de Unión Republicana, Rafael Orge Mejías, tonelero, hermano de Juan Orge
Mejías, asiduo colaborador en la revista de los toneleros, “El Martillo”; además, fueron
también asesinados los siguientes concejales electos pertenecientes a partidos
republicanos o de izquierdas: Juan Taboada Jiménez, tercer teniente de alcaldía ;
Sebastián Romero Salguero; Vicente Castilla Flores, quinto teniente de alcaldía,
quien había defendido la retirada de un cuadro de la Inmaculada Concepción donado
por el marqués de Villamarta de uno de los salones del Ayuntamiento; Eduardo Díaz
Martínez, sexto teniente de alcaldía, también presidente del “Sindicato de Empleados
de Banca y Bolsa” ; Manuel López Bellido, noveno teniente de alcaldía; Carlos Cueva
González, perteneciente además al Ateneo Jerezano, quien tuvo la osadía de denunciar
en agosto de 1934 al fascista Antonio Vega Calero por haber colocado un escudo
fascista en la sede del Ateneo, que el propio Cueva retiró; Agustín Pérez Cabello;
Miguel Pedregal Roldán; Francisco Infante Gallardo; Juan Durán Orellana;
Ramón Fernández García; Manuel García Parada; Francisco Bernal Vargas, etc.
Después viene el turno de los líderes sindicales o, a veces, simples trabajadores. Son
detenidos y fusilados, entre otros muchos: Sebastián Oliva Jiménez, anarcosindicalista
de CNT-FAI, director de “El Eco del Campesino”, órgano de la FNOA (Federación
Nacional de Obreros Agricultores), que desde Jerez se difundía por todo el agro
andaluz; José Arantave Ortegón, presidente del Sindicato de Albañiles de la CNT,
junto con su hijo, también albañil, José Arantave López-Cepero; Armando Abollado
Ascó, presidente de la Sociedad de Unión de Empleados de Escritorios; Diego
Martínez Domínguez, campesino anarquista de la CNT-FAI, defensor de la
organización sindical por oficios de los obreros jerezanos. Había desarrollado una gran
actividad sindical en la organización del movimiento obrero jerezano durante más de
dos décadas. En noviembre de 1933 había pedido la abstención de los anarquistas en las
elecciones que ganó la CEDA en un mitin, lleno a rebosar, en la Plaza de toros de Jerez;
Juan Vaca Atienza, citado como afiliado al gremio de toneleros jerezanos en marzo de
1918 en la publicación “El Martillo”. Probablemente sea el mismo Juan Vaca,
presidente de la asociación de toneleros en 1917, quien en diciembre de ese mismo año
había encabezado una huelga indefinida de toneleros en Jerez; Manuel Pérez
Fernández, arrumbador que había sido detenido con panfletos alusivos a la huelga
general de octubre de 1934. También fue asesinado su hermano Francisco; Miguel
García Román, también detenido en la huelga de octubre de 1934. Curiosamente,
intercedió por él el maestro de escuela gaditano, Rogelio Martínez Gutiérrez, que fue
también detenido por ello; el litógrafo Juan Máximo Salazar, que había realizado
alguna esporádica intervención en la publicación de los toneleros jerezanos “El
Martillo”. Es probable que participase activamente en la huelga de tipógrafos y
trabajadores de prensa de octubre de 1934; Francisco Guerra Tenorio, también
detenido en la huelga de 1934, director de la publicación de ideología izquierdista,
“Ráfagas”. El vidriero Antonio Romero Castro; El jornalero Manuel Varela Gago,
probablemente hermano del bombero municipal, al parecer también fusilado, José
Varela Gago; Antonio Narbona Barrios, de ideología comunista, quien había sufrido
un atentado con disparos de balas por parte de falangistas en abril de 1936, fusilado con
tan sólo 19 años.
Los siguientes en ser reprimidos, y los aquí citados fusilados, fueron los maestros
nacionales (ver Pettengui Lachambra, J.A.: “La Escuela Derrotada”, edit. Quorum,
2005) : Teófilo Azabal Molina, inspector-maestro de Jerez, director de la escuela de
graduado número 1 de Santiago (Colegio Carmen Benítez), opositor a la arbitraria
colocación de los maestros interinos y demandante de un mayor apoyo a la escuela
pública. A principios de julio de 1936 los descendientes de Carmen Benítez habían
comenzado un litigio para la devolución del inmueble del colegio por no impartirse en
él religión católica; Antonio Gálvez Jiménez, natural de Villaluenga y maestro en
Jerez; Cristóbal Castillo Rodríguez, maestro de la escuela “El Tempul”, fusilado en su
Arcos natal en 1936; Juan Jiménez Ortega, director del Colegio “San Fernando”,
existente en El Retiro. Carmen Hombre Ponzoa, maestra de San Fernando que había
dado clases en Arcos y en Jerez. Su familia poseía un estanco en la calle Sagasta, nº61.
Afiliada a FETE-UGT y de religión protestante, fue fusilada en estado de gestación;
Juan Antonio Marín Jiménez, maestro del Colegio Montealegre; Juan Arzoz
Arrastio, fusilado con 39 años; se da el caso de Domingo Gómez Rodríguez,
probablemente asesinado por ser hermano del director del colegio “San Dionisio”, José
Gómez Rodríguez.
Llama la atención la eliminación de presos comunes, muchos de los cuáles se
encontraban cumpliendo condena en la cárcel jerezana por motivos diversos. Este
hecho, prueba la actitud pasiva de la judicatura jerezana del momento, que en ningún
momento hizo nada por defender el estado de derecho, prueba de que en el bando
nacional también se derrumbaron las instituciones. Sin embargo, una veintena de
falangistas que fueron detenidos por causar graves disturbios el 14 de abril de 1936,
ocasionando un muerto y 29 heridos, muchos de ellos de disparos de bala, incluyendo la
agresión a un niño de 8 años, fueron inmediatamente liberados. Varios de ellos,
encabezarían posteriormente la represión sobre sus contrarios ideológicos. Sabemos que
fueron fusilados: Manuel Ahumada Monge, alias “el bolega”, quien en diciembre de
1933 había sido detenido por insultar y resistirse a los guardias municipales, tras haber
detenido éstos a unos ladronzuelos de gallinas; Antonio García Marina, sereno
nocturno, quien cumplía condena por haber asesinado en noviembre de 1933, por
motivos personales y no políticos, al jefe de la guardia municipal, D. Juan Tubío
Romero; Juan Domínguez Bustillo, alias “raspadura”, detenido en enero de 1936 por
haber participado en el asesinato del alférez de la Guardia Civil de Arcos, José Díaz
Pérez; Juan Martín Ortega, de quien hay constancia de que había sido detenido por
escándalo y embriaguez en 1935; Salvador López García, alias “manquito”, vecino
de Picadueñas, quien había sido detenido en 1933 por estar reclamado por la justicia;
José María Jurado González “el quico”, delincuente habitual detenido en 1934;
probablemente sea el mismo caso el de José Palacios Peña, cuyo hermano Francisco
había sido detenido en 1934 por robar mantas en la feria de Medina y por participar en
varias reyertas; José Márquez, quien probablemente se trate de un vendedor de telas
ambulante, que se encontraba en la cárcel jerezana detenido desde marzo de 1936 por
haber asestado una puñalada a una persona en Espartinas; el zagal Juan Zayas
Reguera, alias “el rubio”, asiduo de los calabozos por pequeños hurtos en monederos
y que fue fusilado con tan sólo 16 años.
Muchos otros jerezanos fueron fusilados por el odio y la inquina de los vencedores. En
muchas ocasiones el móvil sólo es achacable a cuestiones puramente personales : el jefe
de la guardia municipal Antonio Chacón Ferral, señalado por el periódico de derechas
“Claridad” por haber detenido en agosto de 1934 a varios integrantes de Falange
Española por realizar disturbios. El mencionado periódico lo tildaba de “poeta
idealista”; el practicante del hospital de Santa Isabel, Salvador Rasero López,
denunciado y fusilado por haber hecho un simple comentario personal contrario a los
golpistas; Rafael Fernández Romero, empleado de pavimentación del municipio,
asesinado por incitar a una huelga; Manuel Rodríguez Pérez, quien en enero de 1936
había tenido una reyerta personal con el falangista José Martel; el médico municipal
José Díaz- Borrego Diánez, quien había recibido elogios en la prensa local por sus
intervenciones médicas, probablemente asesinado por su filiación política. Por
parecidos motivos parecen que fueron asesinados: Andrés Bonilla Benítez, militante
del Frente Popular, de ideología socialista, quien en las elecciones a compromisarios
para elegir al presidente de la República en abril de 1936 había sido el más votado en
Jerez con 12817 votos; el sastre Juan José Azurmendi, quien poseía una sastrería en
la calle Cánovas del Castillo, nº 10. El odio de los golpistas llevó también a fusilar a su
mujer. Varios empleados municipales: el practicante de la beneficencia, Edmundo
Masero García; el guardia municipal, Fernando Couto García; el jornalero forestal,
Mateo Rosado Aguilar; el oficial de oficinas , José Carrión Sánchez; el interventor
de arbitrios, José Gómez Cantillón; el auxiliar de arbitrios, Francisco Acosta Gaitero
(ver Asociación Jerez recuerda; “Las Cifras de la represión en Jerez de la Frontera tras
el golpe de estado militar de 1936: una aproximación.”, Revista historia de Jerez nº 13,
CEHJ, 2007). También fue asesinado, probablemente por su filiación política y
masónica, el relojero Antonio Villanueva Tejero, cuya relojería en calle Consistorio,
16, fue requisada casi de forma inquisitorial por los golpistas, como así ocurrió con los
bienes de otros muchos fusilados y detenidos, así como con los bienes propios de las
organizaciones obreras y políticas.
Jerez en 1936 fue una carnicería. La lista que aquí se reproduce sólo es la punta del
iceberg de lo que realmente pasó. Ejército- y sobre todo- milicianos falangistas y
tradicionalistas sembraron el odio y la muerte entre muchos inocentes. Los estudios de
las tres asociaciones locales de “Memoria Histórica” - algunos de cuyos datos
publicados he extraído para este artículo, lo cual agradezco- cifran en cerca de 600 las
personas fusiladas en Jerez tras el golpe de julio de 1936. Además, miles de personas
serían represaliadas y depuradas con pérdidas de sus trabajos, sus bienes y el
cumplimiento de severas penas de cárcel y trabajos forzados. “Venían matando”-decían
los miles de jornaleros que huían de todos los campos de la campiña en dirección a
Málaga. Para muchos, por su ideología política y sindical, no hubo opciones. Otros
muchos, simplemente para salvar su vida o la de sus familiares, no tuvieron otra
elección que alistarse en el ejército franquista.
En la actualidad, muchos ciudadanos no quieren que se estudie este periodo de la
historia, tan cercana y tan dolorosa. Creen que es resucitar viejos temores y viejos odios.
Pero la labor y la obligación de los historiadores debe ser estudiar, de forma
contrastada, los acontecimientos del pasado, y no dejarlos en el olvido. Es la mejor
forma de superar esos odios y temores y valorar realmente el clima de paz y prosperidad
que hoy día vivimos.

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