miércoles, 12 de octubre de 2011

Colon,rumbo a las Indias segunda parte


                                                                       
La HOprimer
Desde el 25 de septiembre crecieron considerablemente las murmuraciones. Y el 6 de octubre estalló un motín que únicamente pudo ser dominado cuando Martín Alonso Pinzón impuso su firmeza. La inestabilidad volvió a resurgir, no obstante, cuatro días después, el 10 de octubre; pero entonces, Colón ya había tomado una decisión, que fue fundamental. El mismo día de la revuelta, Martín Alonso Pinzón propuso cambiar el rumbo, pero Colón se negó. Sin embargo, el día siguiente vio algunas bandadas de pájaros y optó por dirigirse hacia el sudoeste. Y acertó plenamente, pues de no haber variado la ruta, la flota habría ido a parar, bien a la península de Florida (con mucha suerte), o bien al centro mismo del Atlántico, ya que con toda probabilidad la corriente del Golfo les habría desviado de cualquier destino continental.Después de muchas causalidades, por fin, la noche del 11 al 12 de octubre Colón afirmó haber visto una luz en la lejanía, por lo que ordenó a la tripulación que redoblase su vigilancia e incrementó los premios para el primero que avistase tierra. Y a las dos de la madrugada, Juan Rodríguez Bermejo, conocido como Rodrigo de Triana, dio la voz de «tierra»: una isla coralina del archipiélago de las Bahamas, que bautizó con el nombre de San Salvador.La idea de encontrar las Indias atravesando el Atlántico no era nueva. Fue manifestada tanto en la época clásica como en vísperas del proyecto colombino. Pero el problema en ambos momentos fue el mismo: que alguien quisiese y lograse llevarla a la práctica. Es decir, «los más osados admitían que el viaje a China, rumbo al oeste, podía hacerse, y unos cuantos opinaban que debía hacerse; pero nadie cuidó de intentarlo, hasta que el joven genovés Cristoforo Colombo comenzó a importunar a la gente para que financiara el proyecto».
En la mañana del 12 de octubre de 1492 Colón llevó a la praxis la travesía del Atlántico. El presuntamente genovés, Martín Alonso Pinzón, Vicente Yáñez y el escribano desembarcaron en San Salvador.
Tras esta primera toma de contacto con las tierras del Nuevo Mundo, la expedición se dedicó a explorar la zona. Y a partir del día 14 descubrió cuatro nuevas islas que Colón bautizó con nombres religiosos y políticos: Santa María de la Concepción(actualmente Cayo Rum), la Fernandina (Long), Isabela (Crooked) y Juana (Cuba). Según Morrison, Colón actuó con rectitud lógica y teológica a la hora de las designaciones. La primera isla recibió el nombre de Cristo; la segunda, el nombre de la madre de Dios en el misterio franciscano de la Inmaculada Concepción; y después fueron honrados el rey Fernando, la reina Isabel y el príncipe heredero Juan.
Colón llegó a Cuba, isla que en un primer momento identificó con la ansiada Cipango. Exploró la costa occidental y envió desde allí una delegación que debía entrevistarse con el Gran Khan, pero que no encontró más que a un cacique local cuya riqueza no satisfizo las expectativas de los españoles. Dicha embajada sí se llevó una gran sorpresa ya que por primera vez los europeos vieron a los indígenas fumar tabaco


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En esos momentos las desavenencias entre Colón y Martín Alonso Pinzón llegaron a su punto culminante. Y el 21 de noviembre este último decidió separarse de aquél, aprovechando las mejores condiciones marineras de La Pinta en comparación con las de La Santa María. Y comenzaron a buscar cada uno por su cuenta los orígenes de ese oro del que habían encontrado indicios tan abundantes como imprecisos.
Primero Martín Alonso Pinzón, y poco después el propio Colón arribaron a Haití, a la que éste bautizó como La Española. En ella encontraron mayores indicios de oro y algunos caciques con un ceremonial más desarrollado.
Sin embargo, los planes de Colón se vieron profundamente alterados de la noche a la mañana del día de Navidad, por un lamentable accidente. Una falta de atención del piloto de La Santa María propició que la nao encallase y fuese imposible recuperarla. Los expedicionarios pudieron salvar el cargamento y los materiales de la embarcación. No obstante, como en La Niña no había espacio para los tripulantes de la nao, Colón hubo de tomar una importante decisión: fundó la primera colonia en tierras del Nuevo Mundo, el Fuerte de Navidad, donde quedaron 39 hombres al mando de Diego de Arana.


El 4 de enero de 1493, Colón decidió emprender el viaje de regreso. Dos días después se reencontró con La Pinta, y ambos bandos decidieron unirse de nuevo. Y aunque recibieron noticias de la existencia de nuevas islas y de que a diez días de navegación en canoa desde Jamaica había tierra firme, el marino supuestamente genovés persistió en su intención de volver al Viejo Mundo.
El 16 de enero la expedición emprendió la travesía de vuelta. El regreso fue más difícil que la ida, pero Colón demostró sus expertas cualidades marineras al llevar sus barcos al Mar del Te, en busca de los vientos del oeste, cuya existencia quizá conociera durante su estancia en Portugal o, simplemente, según Morrison, descubriese por causalidad: Colón acertó tomando la mejor ruta de vuelta.


El 12 de febrero las carabelas habían alcanzado el suroeste de Las Azores (aunque desconocían su posición). Entonces, les sobrevino una tremenda tormenta, que capearon con grandísima dificultad y que dos días más tarde provocó que se separaran. La situación debió ser tan desesperada que muchos de los tripulantes, temiendo un fatal desenlace, llegaron a realizar votos de peregrinación si lograban salvarse.
El 18 de febrero, La Niña ancló en la isla de Santa María, en las Azores, lo que propició una serie de problemas con las autoridades locales, que apresaron a algunos hombres. Superadas estas adversidades, Colón hubo de enfrentarse de nuevo con seis días de tempestad y acabó llegando el 4 de marzo a las cercanías de la Roca de Cintra, frente a Lisboa, ciudad en la que finalmente se vio obligado a entrar. Allí se entrevistó con Juan II quien, con amenazas y promesas, trató de beneficiarse del descubrimiento. Pero Colón logró superar las presiones del soberano luso, aduciendo su condición de Almirante de Castilla y demostrando que su viaje no había tenido como lugar de destino Guinea, sino que venía del oeste, de las Indias. «Parecía a todos que había ganado la carrera hacia el objetivo tan ambicionado por Portugal»
 
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El 15 de marzo entró en Palos, 32 semanas después de su partida, pocas horas antes de que lo hiciese Martín Alonso Pinzón con La Pinta. El éxito del viaje fue conocido de inmediato a todos los niveles. Colón informó a los Reyes Católicos en Barcelona, a finales de abril. Isabel y Fernando le confirmaron todos los privilegios admitidos en las Capitulaciones de Santa Fe. La noticia del viaje se extendió por toda Europa con la impresión de una carta de Colón que lo resumía, reeditada once veces en pocos meses.


   

La primera escala fu
eron las Canarias, donde tuvieron que arreglar el timón de la Pinta. El 6 de septiembre con el alisio ventando a favor, Colón marcó rumbo al oeste. Comenzaba la gran travesía. Su objetivo era el Cipango (la actual India), y advirtió a la tripulación que nadie se inquietase hasta haber navegado 700 leguas. A partir de esa distancia, no habría que nave
gar por la noche. Por si fallaba algo, sin embargo, decidió llevar dos cuentas sobre las distancias recorridas: una secreta o verdadera (sólo para él), y otra pública o falsa, en la que contaría de menos. El día 13 de septiembre, descubrió la declinación magnética de la tierra; y el 16 llegaron al mar de los Sargazos. A partir del 1 de octubre se da cuenta de que algo falla. El 6, ya han sobrepasado las 800 leguas y no hay indicios de tierra. Durante la noche del 6 al 7 de octubre, se produjo el primer motín entre los marineros de la Santa María. Los hermanos Pinzón apoyaron a Colón y lo sofocaron. Sin embargo, en la noche del 9 al 10 de octubre el malestar se extendió a todos, incluidos los propios Pinzón. Acordaron navegar tres días más y al cabo de ese tiempo si no encontraban tierra regresarían. No hizo falta: en la noche del 11 al 12 de octubre el marinero Rodrigo de Triana lanzó el grito esperado: "¡tierra!".

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